En un distinguido condominio de París conviven dos personas
que en pos de aparentar lo que deberían ser socialmente, disimulan sus
verdaderos intereses y capacidades ante el resto. Por una parte está Paloma,
una niña de 12 años, parte de una familia adinerada y poseedora de una gran
inteligencia que intenta encubrir. Y por otra está Reneé, de cincuenta y cuatro años, quién hace
veintisiete es la portera del número 7 de la calle Grenelle, y disfraza sus
cultivados intereses por el arte, la música y la filosofía.
Este relato, que se estructura a partir de las reflexiones de
sus dos protagonistas, inicia con la confesión de Paloma de querer suicidarse
ante la negativa de crecer y ser parte de todo lo reprochable que advierte en
los adultos que la rodean. Así, iniciará sus cavilaciones y la búsqueda por
saber si hay algo por lo que vale la pena seguir viviendo.
Renée a su vez lleva una existencia igual de solitaria y
clandestina en cuanto a su real carácter, pero a través de su narrativa es que
vamos apreciando sus pensamientos, inquietudes y vivencias, en esta dualidad de
ser una mujer de origen humilde, pero culta, que se encubre bajo el estereotipo
de cómo debe ser y lucir una portera.
La elegancia del erizo de Muriel Barbery es una obra
sencilla, profunda y hermosa. Con gran sutileza la autora es capaz de
articular una crítica a las clases sociales, donde el reproche va para ambos
lados: a una clase alta ciega e indiferente al resto, y a un segmento humilde
que a sí mismo se limita y encasilla en un estereotipo de lo que debe
aparentar. Sin embargo, a su vez reagrupa a ambas clases en estas dos protagonistas, en
apariencia distintas, y en el fondo idénticas.
A su vez la autora nos hace partícipe de las reflexiones de
sus personajes, que son el eje central de este relato, y que constituyen un
halago a la belleza de lo intangible y eterno: la música, el arte, el lenguaje,
la naturaleza. Incluyendo también un llamado de atención a nosotros como
lectores a ver más allá de lo evidente y a descubrir la hermosura que encierran
las cosas simples.
Es una obra sencilla, pero con una prosa que requiere
paciencia, puesto que si bien es fácil de seguir, y está estructurada en
capítulos breves, Barbery va insertando ideas que necesitan la atención y
reflexión de sus receptores.
Una novela para degustar con tranquilidad, que te invita a
meditar a través de personajes entrañables. Es un excelente relato que guarda una invitación a valorar los placeres sencillos.
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