martes, 20 de mayo de 2014

La elegancia del Erizo

En un distinguido condominio de París conviven dos personas que en pos de aparentar lo que deberían ser socialmente, disimulan sus verdaderos intereses y capacidades ante el resto. Por una parte está Paloma, una niña de 12 años, parte de una familia adinerada y poseedora de una gran inteligencia que intenta encubrir. Y por otra está Reneé, de  cincuenta y cuatro años, quién hace veintisiete es la portera del número 7 de la calle Grenelle, y disfraza sus cultivados intereses por el arte, la música y la filosofía.

Este relato, que se estructura a partir de las reflexiones de sus dos protagonistas, inicia con la confesión de Paloma de querer suicidarse ante la negativa de crecer y ser parte de todo lo reprochable que advierte en los adultos que la rodean. Así, iniciará sus cavilaciones y la búsqueda por saber si hay algo por lo que vale la pena seguir viviendo.

Renée a su vez lleva una existencia igual de solitaria y clandestina en cuanto a su real carácter, pero a través de su narrativa es que vamos apreciando sus pensamientos, inquietudes y vivencias, en esta dualidad de ser una mujer de origen humilde, pero culta, que se encubre bajo el estereotipo de cómo debe ser y lucir una portera.

Las realidades de ambas se verán remecidas ante la llegada de un hombre, quién propiciará el encuentro entre ellas.

La elegancia del erizo de Muriel Barbery es una obra sencilla, profunda y hermosa. Con gran sutileza la autora es capaz de articular una crítica a las clases sociales, donde el reproche va para ambos lados: a una clase alta ciega e indiferente al resto, y a un segmento humilde que a sí mismo se limita y encasilla en un estereotipo de lo que debe aparentar. Sin embargo, a su vez reagrupa a ambas  clases en estas dos protagonistas, en apariencia distintas, y en el fondo idénticas.

A su vez la autora nos hace partícipe de las reflexiones de sus personajes, que son el eje central de este relato, y que constituyen un halago a la belleza de lo intangible y eterno: la música, el arte, el lenguaje, la naturaleza. Incluyendo también un llamado de atención a nosotros como lectores a ver más allá de lo evidente y a descubrir la hermosura que encierran las cosas simples.

Es una obra sencilla, pero con una prosa que requiere paciencia, puesto que si bien es fácil de seguir, y está estructurada en capítulos breves, Barbery va insertando ideas que necesitan la atención y reflexión de sus receptores.

Una novela para degustar con tranquilidad, que te invita a meditar a través de personajes entrañables. Es un excelente relato que guarda una invitación a valorar los placeres sencillos.

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